Aborrecido en Si sostenido:
Al que le gusta todo en realidad no le gusta nada.
Gritaba la fiera enjaulada.
Decía el libro que ella leía.
Altiva.
Cadáver exquisito.
Exquisito el sabor de tus huesos.
Cuando sorbo dentro de ti.
La luna de queso.
El cabello al viento.
Y las estrellas curiosas.
Furiosa.
Madonna mía.
Cibersidades criptópicas.
Criaturas anónimas.
Anodinas.
Ven por el rabillo del ojo.
Muerte a su alrededor.
Tiras la llave, saltas por la ventana.
Algo roto me detexto.
Con el grafo roto araño el papel.
Hormigas mordiéndome el brazo.
Devorándome.
Corazón de zafiro en la boca.
Palpita.
La dura vida del microbio cuando nadie le ve.
Y si te estorbo ¿por qué no me pisas?
O mejor al menos me avisas cuando venís,
sino caes y me encontras así, todo gris.
Paliducho, caiducho, mal trecho, desaliñado.
Un poco tarado de fumar esta cosa.
Babosa, ¿Comes babosa?
¡Toma! ¡Agarra! Son frescas, el propio bajón.
Y te decía, me gusta la bicicleta que tenes entre las
cejas.
-Zarpado.
-Zarpado mal.
Soy un tipo sencillo si puedo no uso calzoncillos.
Me gusta tu brillo, así como apagado.
Por eso escribo lo que no digo, digo lo que escribo.
Adivino lo que digo solo cuando escribo
algo alojado en el
olvido y solo consigo un resfrió.
Alejado del Ser.
Pero sigo, la comedia humana viste.
No me lamento.
Me derrito, lento.
Saboreando el fin.
Y escribir con agonía.
Pasando el día.
Saltando la angustia.
Y escribir o morir.
Escribir para salir de mí.
Escribir porque no hay nadie aquí.
Así seguí, palmadita en el hombro y marchá.
Marchá firme, durito, como un soldadito de cristal.
No tendré miedo nunca más.
No tendré miedo nunca más.
Es el mantra antes de pernoctar.
Un corazón puede también su fosa cavar.

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