La Casa
–O el Holocubó-
Tu cadáver.
Exquisito, sabor entre tus piernas
que lame mi lengua ardiente.
Necrófilo amor.
Incendio. La flama.
En términos absolutos fuimos diminutos,
minutos, segundos al tacho.
Empacho de egos a go gos.
Cuando el absurdo se vuelve ley, la noche se instala.
Y el miedo gobierna –apego/rabia/lado oscuro-.
El sabor de tus piernas me arde en la lengua.
Que escupe palabras soeces.
Letras irreverentes en lo aparente.
Aparentemente aparatosa mente desastrosa.
Goza sufre a la vez.
En la neumonía de tu costilla.
Reverencié a Lilith.
Grupo de riesgo, estética del caos,
poética de la destrucción.
Una distracción, fuegos artificiales.
Una atracción, fuegos artificiales.
Una abstracción pantallas.
Una realidad, no sos vos.
Lesivo lascivo ladino.
El deseo nunca pasa, se va volviendo llaga.
Daga.
Plaga.
Y ve a dónde nos llevó.
No me mires ahí que me avergüenza.
Tensa la densa niebla.
Y un cigarro.
Ser ahora un gallo sin cresta –cacareando-.
Y siempre estoy de abstinencia –que loco mono-.
No me hables de violencia
con tu licencia para matar mi existencia.
Soberana.
Piensa.
Un desesperanzado octubre nos abraza.
A todo esto,
en la casa de
muñecas ya nadie llorara por vos.
Ahora adoro la mugre.

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