Maquinas y maniquíes:
“Sigo caminando entre la basura
Rodeado de zombis que caminan como yo
Somos gente estropeada
Ciegos ante las pantallas
Éramos humanos ahora vete tú a saber.”
Gatillazo (Evaristo), Como convertirse en nada.
Maquinas sin propósito,
sin voluntad de deseo, deseo
de acontecer,
deseo de ser. A la deriva.
Fuerza inmanente que nos mueve,
aquello que rompe cadenas, lo
que te conmueve.
Lo que no te calla aunque te
rompan la boca.
La libertad hoy está vigilada,
condicionada, en pugna.
En la existencia virtual,
ser invisible será disidencia
y subversión.
Lo que ves no es esencial.
El Ser en tensión.
Maniquíes fríos en noches
muertas de camas roídas.
La persona a persona se anuló
y el captcha me dice que no soy un robot.
No soy un robot. ¿No soy un
robot? No soy.
En una sucesión de sucesos
extraños su cuerpo se enfrío,
se enfrío.
Surgió, el maniquí.
Su piel se agrieto en un solo
de violín.
Regurgito, la máquina.
No deberías revelar al
perjurante,
miradas entre crípticos mates.
-Te suplantaron-
El futuro se avecina chueco,
ni lerdo ni perezoso me tiro al pozo, hasta que amaine la reacción en cadena,
la lluvia acida, la era del hielo y luego volveré a ser flor.
Volveré a ser flor.
Volveré a ser flor.
-Disculpe usted un leve toc-
Negarse a participar, negarse
a estar ahora es una revolucionaria posibilidad que te late en las entrañas,
hazañas para asnos sordos y sopa de zapatos viejos.
El nekrogramo en el fin de los
tiempos,
en trance de meta entre
acoples nos volvimos locos.
Nos comimos los mocos.
El control social es intenso.
El instagramo te obliga a
publicar tu nariz carcomida, tu sonrisa adherida, o esas nalgas desgastadas a
fuerza del flash, el momentus retratado del tiempo muerto o del muerto con el
tiempo –o el muerto a tiempo, cuestión de timing para el corchazo-.
Sentimientos apagados conservados
en fotografías
cortadas con trincheta; los
rostros no están.
De otras vidas, de otros
tiempos, de otros; vidas.
Mi vida nuestra vida nunca fue
nuestra, nos robaron el tiempo y la existencia, vivimos la vida de otros.
Otros que no quieren nuestra
vida.
¿O acaso no sentís día a día
como que tu vida no es tu vida?
Uno junki de abrazos, una adicta al fracaso.
Maniquíes.
Despojados de sueños se encuentran
en la noche despeñándose juntos.
Maquinas.
Los niños juegan rodeados de ratas.
El chico triste esta alterado,
no comprende al mundo que pasa a su lado.
La chica rara está acorralada,
en mundo delimitado, te empequeñecen.
Magnánimo ante la duda en las noches oscuras me veo mejor.
Maniquíes maniqueos maquiavélicos,
caminan por la ciudad deprimida.
Las maquinas patrullan en parpadeante atención.
Enseñanza de vida.
Epifania y epitafio.
Revelación y gargajo.
La undergente emerge desde las alcantarillas.
Desde el desagüe se fragua fregártela.
En qué momento,
en qué momento tratamos de volver racionales los cuerpos
y los corazones.
En qué momento asimilamos la teoría a la práctica,
los libros a la vida.
Regular y reglamentar todo, ese es su modo;
vení reglamenta ésta
–poesía irreverente-.
La gente es miserable y le gusta revolcarse en su chiquero
mientras sea suyo y no ajeno, perspectivas, cuestiones de medidas.
En qué momento dejamos de sentir.
Maniquíes.
El ser humano debe morir.
Maquinas.
Al veneno lo hace la dosis.
Lo virtual será ausencia de lo carnal,
si no te huelo no sabré si existes.
¿Sudas o maquina?
El ser humano debe morir.
En qué momento dejamos de sentir.
Máquinas y maniquíes.
Mi voz nunca será mi voz,
alteración constante presencia clausurada.
Tender a la desintegración en máquinas y maniquíes.
Soñar estar en fantasmatica condición.
Mi voz nunca será mi voz,
en el eco me veras reaparición.
Estaremos en tránsito para ser ni maquinas ni maniquíes.
La pena del melancólico es el anhelo profundo
de lo que nunca tuvo.
El vacío de la presencia del fantasma del anhelo.
Despojarse,
de máquinas y maniquíes.
Of Freaks and Men, 1998, Aleksei Balabanov.
The Velvet Underground, 2021, Todd Haynes.



















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